¿A qué huele el ostión?
A mar limpio
¿A sal?
A sal y a la frescura líquida
de las olas
¿A qué sabe el ostión?
A besos húmedos de una Sirena
o si lo prefieres
a besos jugosos
de un Tritón
Los Cochimíes sabían que al comerlos su salud mejoraba,
de los ostiones obtenían nutrientes y era expertos en pescar y recolectar productos del mar del pacífico y de la tierra
peninsular hoy llamada Baja California.
El misionero jesuita Juan María de Salvatierra comunicaría al rey de España
que el pueblo Cochimí tenía cuerpos saludables y en buena forma (nada de
hambruna antes de la conquista). Imagino el paso de caballos y al grupo de misioneros,
navegantes y militares recorriendo caminos sinuosos y observando la infinita aridez de la tierra extremosa que
se extendían hasta el horizonte llena de matorrales desérticos que parecen gritar "sequía" y sin divisar ningún pino de abeto blanco que les recuerde la lejana patria española. Era entonces lógico que concluyeran que nadie saludable
podría vivir en lo que percibían como condiciones extremas.
Años después de convivir con los españoles, el pueblo
Cochimí estarían al borde de la hambruna y se enfrentarían a períodos de
extrema escasez y a la pérdida de salud de sus miembros, pero esto se atribuye según los estudiosos
del tema a que en algún punto olvidaron la forma de alimentarse como sus
ancestros. La fusión cultural remplazó ciertos conocimientos ancestrales y el
pueblo migró a diferentes tierras, pero sobrevivió la relación del
hombre con el ostión.
Han trascurrido más de 300 años y en este mismo
espacio, hoy llamado Valle de San Quintín, vive Alfonso Rosales quien asa
ostiones al estilo Cochimí desde hace 40 años. Su padre le enseñó cómo vivir
del ostión: Esa perla viscosa que se protege como un bello secreto entre
dos conchas unidas como un cofre áspero y obscuro, camuflado como piedras que
parecen sin vida en el fondo del mar.
Una rejilla sobre piedras, esconde ramas de matorral endémico similar al orégano. Y se respira una mezcla de olores ahumados con incienso y tierra húmeda, los aromas parece limpiar los pulmones de los comensales que esperan el manjar. Las manos morenas manipulan una pinza que mueve conchas. Vemos una habilidad resultado de la práctica que podría permitirle seguir asando aún
sin el poder de la vista y Alfonso Rosales con una sonrisa permanente disfruta de platicar sobre la vida en el valle mientras cocina.
Y en unos minutos sirve once bivalvos, así es la sencillez del majar secreto de San Quintín pero a diferencia de los ancestrales Cochimíes
hoy se puede acompañar con gotitas de limón (traído por los españoles y cuyo
origen se atribuye a China) y una pizca de sal que abunda en
salitres naturales en el estado.El pequeño puesto de don Alfonso parece estar al
fin de mundo. Llegar al sitio es una aventura que toma una hora de recorrido por
caminos de terracería que se adentran al hogar de volcanes. La terracería inicia al abandonar la carretera federal número 1 conocida como carretera transpeninsular, a la
altura del kilometro 193. Nadie se pierde si pregunta ¿Por dónde queda la granja ostionera? porque es el punto de producción de ostiones en el valle.
En la marisquera las sillas son de plástico, objetos reciclados con colores alegres decoran el espacio compuesto por un par de palapas y una pared de lona plástica revestida de palmas secas dan la sobra que se agradece.
La pequeña construcción, resiste de pie en un
mundo terroso, extremo, semiárido y ventoso. Esta es la cuna de 12 volcanes. Quizás Don Alfonso
ignora que la tierra que pisa forma parte del patrimonio geológico e histórico
de la región y que de acuerdo con la asociación civil Terra Peninsular “hace más de 180 mil años, surgieron
volcanes subacuáticos que posteriormente, debido a la acumulación de
sedimentos, cenizas y lava, se unieron y dieron origen a lo que hoy en día es
la Bahía de San Quintín.”
La primera fortuna de Alfonso Rosales es la privilegiada vista a la bahía falsa que posee, donde la mirada se pierde hasta el punto de unión de los azules del cielo y el mar. Su segunda fortuna es ubicarse a unos metros de la granja ostionera, su proveedor.En "Ostiones Bahía" la plática nunca se acaba, en aire planean brantas negras, el zambullidor pico grueso, la garza blanca, el águila pescadora y varias especies de gaviotas . Se miran los imponentes volcanes y se disfruta la sazón un cocinero experto. Un lugarcito de México que sin duda nunca olvidas.
Y si el nivel del mar lo permite, seguro don Alfonso les invita a navegar en su lancha por los alrededores y si es su día de suerte mirará delfines, ballenas, alguna sirena de labios rosas o si lo prefiere podrían ver un musculoso tritón.
Autor: Jacqueline Campos
Referencias
https://terrapeninsular.org/aves-playeras-san-quintin/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario