Autor Jacqueline Campos
"...El sueño es un teatro donde el soñador es
a la vez escenario, actor, gerente, autor,
público y crítico"
Carl Jung
- Imagen:http://www.gustavklimt.net/hostile-forces-the-giant-typhoeus/
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Autor Jacqueline Campos
"...El sueño es un teatro donde el soñador es
a la vez escenario, actor, gerente, autor,
público y crítico"
Carl Jung
CITA EN EKBALAM
Autor Jacqueline Campos
A mis tíos Al y Rubicelia
Planeamos una cita a ciegas para
ellos: yo invité a mi tía jarocha de
cuarenta y más, y el Chicano invitó al Gringo de cincuenta y tantos. Nuestros
invitados eran divorciados con fama de no tener suerte en el amor y por la
confianza que nos tenía o quizás porque era el destino; se dejaron guiar por
nosotros que jugamos a ser casamenteros.
La mañana que los presentamos el termómetro
avisó sudando que a las once de la mañana teníamos encima 29 grados centígrados
y que prometían volverse 38 grados en pocas horas. Quien conoce Yucatán a
finales de marzo sabe que la primavera es ardiente y la radiación de las tres de
la tarde parece prolongarse 8 horas, pero nosotros estábamos hidratados y
vestidos para visitar Ekbalam (estrella
jaguar) la joya arqueológica en el corazón de Yucatán; el lugar de la cita
para nuestros invitados…ahí latía la selva maya con intensos verdes.
Mi tía vestía un short de mezclilla y una blusa blanca sin mangas, que dejaban ver su piel morena en las piernas torneadas y los brazos firmes; usaba el cabello suelto hasta los hombros, ondulado y recién teñido de su color preferido castaño obscuro profundo. Lo más elegante fue su sonrisa que trasmitía una actitud positiva, sentido del humor y vitalidad; así como su mirada canela que no sabe más que decir la verdad y nada más que la verdad de lo que piensa y siente. Ella siempre transparente como el agua fresca que brota de un sayab (ojo de agua) en medio de un cenote.
El Gringo vestido con bermuda de gabardina,
camisa de manga tres cuartos con estampado tropical y tenis Nike; me recordó el estilo del
investigador americano Thomas Magnum que miraba por televisión los domingos en
los años ochenta. Su cabello lacio era más cano que castaño, tenía un bigote
tupido que parecía ser la ceja de su sonrisa que se extendía de oreja a oreja; sonreía
y miraba igual que mi tía, eso me llamó la atención al presentarlos. Él fue
cortés, gentil y atento con nosotras.
Se gustaron; al minuto dos platicaron
cómo si se conocieran desde la infancia y sólo fuera un reencuentro el verse. Los
miré desde el retrovisor, mientras manejaba sesenta kilómetros de carretera
rodeados por dos murallas de selva donde resplandecían mil tonos de verdes y árboles de más de 20 metros de altura. En esa
ruta conduje con cuidado para no atropellar a un sorpresivo jaguarcillo, gato
montés, tigrillo, tejón o venado que pudiera cruzarse en el asfalto. Los cuatro
nos internamos en los montes mayas con la presencia de la abundancia primaveral,
que miramos en incontables alas de mariposas amarillas y blancas que revoloteaban
frente al auto sin miedo a acabar pegadas en el parabrisas; también las risas generosas
de mi tía y el Gringo, eran como chispas de bengala dignas de una celebración.
Los dos brillaron con incandescencia, sentados en los asientos posteriores. Fue
mágico verlos comunicarse a pesar de que, ella hablaba lo básico en inglés y él sólo conocía seis palabras en
español, pero ambos se apoyaron en las gesticulaciones, mímica, tonos de voz, pausas
y silencios para decirse lo que sobra en palabras y no ocupa de un idioma o
traductor…porque ellos parecían ser del mismo país, mucho antes de llegar a las
puertas de Ekbalam.
El Chicano y yo, estábamos contentos
por el éxito del plan. En esa época, no conocía la historia del Gringo que
venía de California, pero sí conocía la soledad y la tristeza de mi tía que aún
cargaba con el resentimiento de un exmarido que la dejó sin apoyo para sus dos
hijos adolescentes que aún no comprendían nada sobre el matrimonio y le hacían
sentir culpa. Me alegro verla feliz aquel sábado del 2006, donde no importo que
el calor nos hiciera sudar sin tregua; porque nos recompenso con una vista
única, después de subir ciento seis escalones de piedra caliza de la pirámide: antiguo
palacio del rey Ukit Kan Le´t Tok (el
padre de las cuatro frentes de pedernal).
Sentados en la cúspide a 32 metros de
altura, vimos el cielo azul jade cambiar de colores hasta pintar un atardecer
digno de dioses, las nubes avanzaban con lentitud al oriente, admiramos la
imagen panorámica de la profunda selva peninsular y sentimos la caricia del
viento caliente intentar secarnos el sudor perlado sobre los rostros sin éxito
e imaginé que respiramos el mismo olor que los mayas aspiraban 600 años dC
cuando levantaron piedra a piedra la ciudad de Ekbalam reino de "Tlalol". Mire a mi tía y al Gringo que parecían
reyes sentados en la cima de un nuevo mundo, miraban al sur y escuchaban la
bendición de Ixchel (diosa del amor)
susurrándoles su mensaje con ayuda del aire y el canto de una pareja de pájaros
Toh que volaron frente a ellos;
entonces se tomaron de las manos y fui testigo de su primer beso.
Poco tiempo después el Chicano y yo dejamos de
ser amigos, hoy pienso que quizás el motivo de conocernos fue sólo realizar esa
cita en Ekbalam… Sé que a 15 años de
distancia de aquel día, mi tía encontró en el gringo, al amor de su vida (como ella le llamaba); y que él
halló en ella, a la Pocahontas de sus
fantasías infantiles. Él regreso mil veces a Yucatán sólo por ella, la mujer
con corazón de oro que lo amó hasta el final de sus días.