SUEÑO LÚCIDO
Autor Jacqueline Campos
"...El sueño es un teatro donde el soñador es
a la vez escenario, actor, gerente, autor,
público y crítico"
Carl Jung
Debo
de estar viviendo lo que llaman un sueño lúcido, puedo flotar y moverme dentro
de la habitación, pero sin hablar. Es de noche y llueve, lo noto por el sonido
de gotas que se estrellan con violencia sobre el cristal del ventanal, el
sonido de la sirena de una ambulancia se aproxima, parece que estoy en un
cuarto de hospital con otros… Este sueño es extraño, no recuerdo haber estado
en un hospital como este, puedo notar detalles como el aroma alcohol, yodo y
cloro mezclados; y que esconden olores de excremento y sangre… ¡No tengo miedo!
¡No me duele nada! ni siquiera me perturba el frío del aire acondicionado con
su fuerte vibración de motor.
Escucho los
ronquidos y susurros de los durmientes, si floto cerca de la puerta escucho
a las enfermeras hablar de sus hijos. Alcanzo a mirarlas, son dos mujeres mayores
vestidas con cofia en la cabeza de color blanco igual que la blusa, el
pantalón, suéter verde manzano y un logo
en el brazo izquierdo ¡Estoy en un hospital popular! ¡Bahhh! ¡Vaya fraude!
podría soñarme al menos en una clínica de lujo…¿Cuánto dura un sueño lúcido? Es
tan vívido, parece real… Sé que se trata de una pesadilla cuando se siente dolor; recuerdo que alguien me habló de “soñar con lucidez” o quizás lo miré en
películas ¿Quién programa la temática de un sueño? ¿Por qué si nos liberamos de
la realidad limitante al dormir, no podemos regalarnos un viaje con recompensa?...
¡Sí, ya se! La culpable es nuestra mente castigadora que reprime el éxtasis, la
libertad.
Como parezco atrapada en este nosocomio, para no aburrirme floto invisible sobre los durmientes…la
primera cama la ocupa una mujer de semblante relajado que luce de 80 años, tiene
el cabello canoso y abundante. Duerme con la boca entreabierta, nada es relevante
excepto su delgadez cadavérica y su piel blanca tan delgada que deja ver venas azulosas;
hay un suero intravenoso sujeto por un catéter que deja ver gotas minúsculas de
sangre en su brazo derecho. La cubre una sábana blanca y una manta lila tejida sobre
sus piernas, parece sollozar nombres que añora: Anita, Rosy, Manuel...
Voy a la segunda cama. Una señora
duerme inquieta, parece de mediana edad con rasgos indígenas y cabello enmarañado
como un nido de paloma. La mujer está sujeta de pies y manos a las barandillas, tiene vendajes
desde la muñeca hasta el codo en ambos antebrazos y rasguños en las mejillas.
Su boca desencajada deja correr un hilo de saliva que moja la almohada, tal vez
se hirió ella misma o la hirieron, quizás son quemaduras. Entre ronquidos con
voz amarga dice: te odio, te odio, te odio.
Llego a lado de la ventana, la lluvia ha
aminorado su violencia torrencial. Veo mi cuerpo postrado, en mi cara
blanquecina sobresalen ojeras grisáceas, mi piel parece pegarse a los huesos,
soy más flaca. Miro mi cabello con centímetros de crecimiento obscuro delatan
que no soy pelirroja natural, lo llevo corto y con flequillo, me faltan los
aretes de las oreja y nariz; puedo ver
mis tatuajes florales en los brazos y la leyenda “Libertad” con letras
manuscritas en mi pecho. Soy la bella durmiente punk del nosocomio; inmóvil y
muda. Estoy conectada a una máquina que monitorea signos vitales con el típico
sonido bip, bip, bip. Me suministran suero con un catéter en el brazo y
tengo tubos plásticos dentro de la nariz y la boca. La sábana que me cubre,
deja ver una bolsa plástica beige pegada a mi vientre… pero ¡No tengo miedo!
¡No siento dolor! ni siquiera siento el frío clima artificial que produce ruido
de motor agónico.
Una enfermera
parecida a mi madre entra a la habitación y revisa a las pacientes hasta
detenerse frente mi cuerpo, retira la sábana y verifica la bolsa pegada a mí; descubro
que dice “bag colostomy” y que guarda
heces fecales. La mujer limpia mi rostro sin prisa y masajea mis manos
huesudas mientras dice con voz piadosa: “Pobre mujer, tan guapa y en coma… Lola
Méndez si puedes escucharme ¡Despierta! Llevas 3 meses durmiendo, si no
despiertas, te desconectarán mañana”…
¡Bahhh! ¡Eso no me asusta! Acabo de
recordar que vivo con dos amigas y que somos bailarinas en un casino exclusivo de
Tijuana. Nosotras nos drogarnos en fiestas de gente con dinero. Recuerdo que un
hombre de mirada azul con acento extranjero, nos invitó “fenciclidina rusa”
diluida en vodka. El hombre, parecía el
arcángel Gabriel “ángel de la revelación”, igual a la imagen de una estampilla
que guardo en un cajón; era alto, rubio con el cabello largo y rizos hasta el hombro,
de espalda ancha y brazos firmes, miraba con cierta dulzura y olía a perfume de azahar. Dijo que nos
cuidaría toda la noche; así que, seguro despertaré en sus brazos…además, esto
no puede ser una pesadilla ¡No me duele nada! ¡No siento dolor! Ni siquiera
percibo el frío del aire acondicionado con su ruido crónico de motor agonizante.
- Imagen:http://www.gustavklimt.net/hostile-forces-the-giant-typhoeus/
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